lunes, 13 de febrero de 2017

LOGROS Y RETOS DE LA REPRESENTACIÓN PARITARIA EN HIDALGO





Por: Analinn Rivera Delgado
Coordinadora del Observatorio Parlamentario del

Consejo Consultivo Ciudadano del Estado de Hidalgo

Si hay un espacio de la vida pública donde se expresa mayor desigualdad entre hombres y mujeres es la política. No son las cualidades individuales (aptitudes, personalidad y habilidades personales), las que han relegado históricamente la participación de las mujeres en el espacio público, sino una cultura política androcéntrica que por un lado legitima y realza los valores masculinos y por otro restringe el derecho de las mujeres para acceder y participar en los espacios políticos. Con las democracias modernas se institucionalizó la fronteras entre lo público y lo privado, y con ello, la diferencia de roles entre hombres y mujeres en el proceso de toma de decisiones. Mientras que para los primeros fue destinado el espacio público, y con ello el ejercicio efectivo del poder político, las mujeres han permanecido consagradas al espacio doméstico participando en los asuntos públicos desde la periferia democrática (Bordieu,1998).

Si bien el derecho al voto reconocido en las primeras décadas del siglo XX, habilitó a las mujeres a participar en la política, (en Hidalgo el padrón electoral está integrado por un millón 69 mil 579 mujeres), las leyes, prácticas, actitudes y estereotipos de género discriminatorios ha impedido que un mayor número de mujeres logren desarrollar una carrera política ascendente que les permita ocupar, de la misma manera que los hombres, los cargos ejecutivos, de dirección y de representación política. 

El caso del estado de Hidalgo es paradigmático. En casi 63 años de voto femenino, el trato diferenciado que reciben al llegar al mundo público, muestra cómo en nuestra entidad sigue siendo “muy poco femenino” que una mujer gobierne un municipio, encabece una Secretaría o defienda una posición en un debate en el Congreso.

¿Cual es la legitimidad de una democracia en la que la mayoría de sus instituciones representativas excluyen de facto a las mujeres?

Las acciones afirmativas reconocidas en la legislación electoral en México desde 1993 y el pleno reconocimiento de las cuotas de género en el año 2002 tienen el mérito de haber contribuido a afianzar una mayor representación de las mujeres principalmente en el Poder Legislativo Federal, a pesar de que muchos actores políticos parecieron hacer de este principio un límite a la participación femenina, al asumir que se trataba únicamente como “la cuota a cubrir”.

Mientras tanto, en el ámbito municipal en 20 años se pasó apenas de un  4.5 a un 6.8 por ciento de presidentas municipales en México. Martha Tagle señalaba con ironía habría que esperar por lo menos 200 años para alcanzar la mitad de representación de mujeres en los ayuntamientos. Sin embargo no podemos negar que la baja representación política de las mujeres debilita la democracia y compromete el pacto social que da vigencia al Estado.

II.- PARIDAD: EL PRINCIPIO DEL CAMINO
El corazón de la agenda política para ampliar los espacios de representación de las mujeres se resume hoy en una propuesta: "paridad". Con este término "se nombra la participación cuantitativamente homogénea de mujeres y hombres en todos los ámbitos relevantes de la toma de decisiones".

La representación paritaria, más que un concepto cuantitativo, es como lo señala el Manifiesto de la Declaración de Atenas –signado en noviembre de 1992–, "un concepto de sociedad integrada a partes iguales por mujeres y por hombres, en la cual las tasas de participación similares o equivalentes de mujeres y hombres en el conjunto del proceso democrático, es un principio de democracia".

La reforma electoral aprobada por el Congreso Local en septiembre de 2015 hizo de este principio una obligación para los partidos políticos quienes tuvieron que cumplir con la paridad de género en el proceso electoral del pasado 5 de junio, para elegir presidentes o presidentas municipales, regidoras y regidores, así como diputadas y diputados, gobernador o gobernadora.

Se trata de una reforma institucional del mayor calado para ampliar la presencia de las mujeres en el espacio público, y que contó con amplio respaldo tanto de la clase política como de la sociedad civil, encabezada por el "Grupo Impulsor de la Paridad" que más tarde se construiría en el Observatorio de Participación Política de las Mujeres de Hidalgo.

Sin embargo, el camino no fue sencillo. Muchas de las candidatas tuvieron que enfrentar severos cuestionamientos por su designación de parte de militantes de sus propios partidos políticos, al considerarlas como una imposición sólo “por cumplir una cuota”, hubo quienes tuvieron que declinar a su candidatura después de la presión e intimidación de los grupos locales. Otras tantas que no fueron respaldadas por la estructuras de sus partidos, o bien fueron acosadas viralmente en redes sociales.

En una entidad donde muchos de sus ciudadanos no votarían por una mujer, no es de extrañarse que la crítica política no versaban sobre las propuestas de gobierno sino en que tan incómoda caminaba la candidata con su “faja”, si era o no una “vieja roba maridos”.

Si bien en los resultados electorales no se alcanzó una plena representación paritaria, puesto que de las 84 alcaldías sólo 17 son encabezadas hoy por mujeres, y uno de ellos será la capital hidalguense; mientras que apenas 12 mujeres integran LXIII Legislatura del Congreso del Estado, su implementación supone una transformación radical tanto de órganos de gobierno, partidos políticos y de la sociedad en su conjunto para establecer condiciones que aseguren la participación equilibrada y paritaria de mujeres y hombres.

Es importante subrayar que la representación paritaria no sólo implica el incremento de mujeres en cargos de elección popular, sino que va más allá al pugnar por la eliminación de la exclusión política por motivos de género.
Representación paritaria va más allá de tener más diputadas, más alcaldesas o más gobernadoras sino de avanzar en el reconocimiento de los derechos político-electorales de las mujeres y en abrir paso a nuevas dinámicas de vida política partidista y acción gubernamental que contribuyan al fortalecimiento democrático.

Es en resumen, el reparto equilibrado de derechos, responsabilidades y estructuras de poder entre mujeres y hombres, sin privilegios.

Efectivamente, en la concreción de tarea es necesario llevar adelante una serie de medidas, que van desde una agenda de políticas públicas, reformas legislativas y asignaciones presupuestarias, para abonar en en liderazgo y preparación de las mujeres, así como en campañas que sensibilicen quienes rechazan su participación en un espacio que “naturalmente” ha pertenecido a los hombres y pretenden perpetuar las  normas de organización social y de dominación patriarcal.

Ser mujer es un obstáculo en un mundo dominado por valores masculinos, lo cual hace que para las mujeres sea difícil abrirse espacios en la arena política, por lo tanto, se deben impulsar los cambios necesarios para que su aprobación sea acompañada de una serie de acciones tendientes a modificar las normas, usos y costumbres de hacer política, porque no se trata únicamente de cubrir una cuota de más mujeres en cargos políticos a favor de las mujeres, no se trata de otorgar privilegios o dádivas a un grupo desfavorecido sino de reconocer y respetar, de manera efectiva y en un sentido amplio, la igualdad entre mujeres y hombres.

La representación paritaria deber una vía para dar solución a los problemas cotidianos de la ciudadanía, para que los ciudadanos la vean como lo que es, un instrumento clave para construir una sociedad más justa.



Referencias bibliográficas
Bordieu, Pierre. (1998). La dominación masculina. Barcelona: Anagrama.
FOSSAS ESPADALER, E.(1993) El derecho de acceso a los cargos públicos. Madrid:Tecnos




































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